Sueño con vivir sin mi teléfono

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Esta publicación fue extraída de mi ahora inexistente SpaceHey

Soy un ser humano común y corriente con una afición muy desafortunada por las computadoras. Naturalmente, esto comenzó cuando apenas tenía 7 años, el día que mis papás me compraron una tablet con Android 4.4, mi preciado Kit Kat. De ahí nació todo el amor que le tengo a la programación, a hacer páginas web, juegos y cualquier tipo de multimedia. Después, como a todo adolescente, me dieron un teléfono celular y creo que ahí inició mi camino a la perdición.

Aún no entiendo cómo la tablet no me dañó el coco desde antes. Supongo que la estaba usando meramente como un lugar para aprender. Sí, jugaba, y mucho, a juegos como Minecraft o cualquiera que saliera en una compilación pedorra de YouTube. Pero era más mi insaciable deseo de convertirme en ingeniero que mis ganas de divertirme en una tarde de "Los Juegos del Hambre" en Lifeboat. Sin embargo, por algún motivo, fue el teléfono celular lo que inevitablemente me llevaría a este abismo de ansiedad y tiempos cortos de atención.

Es ahí cuando planteo la idea, el sueño de poder vivir sin mi teléfono. Que yo sé, suena demasiado dramático pero analiza esto por un momento: ¿cuándo fue la última vez que saliste a la calle sin tu teléfono, a una fiesta o una simple caminata a la tienda? Los "eruditos" de Silicon Valley, los que prometieron "conectar al mundo", nos sentenciaron a una vida donde la conexión perpetua a Internet es un requisito, a través de un dispositivo que tiene más en común con una máquina traga-monedas que a una "puerta a la información".

Vuelvo por un momento a mí. Para un adolescente las prioridades cambian de un día para otro. De repente tenía más amigos, me empezaba a gustar una niña y todos estaban viendo un nuevo meme viral. Y yo quería formar parte, pertenecer. Estar expuesto a toda esta información, a todas estas aplicaciones que quieren mi atención para seguir ganando centavos por ver un anuncio antes de la caída de Edgar o de un tipo hablando sobre Marina Joyce, terminó por hacer de mí un robot que no puede salir sin teléfono y no soporta unos segundos de silencio entre un grupo de personas. Ahí es cuando saco mi teléfono y navego por Hacker News o Twitter.

Solo para aclarar, no digo que tener un teléfono celular sea algo malo. Al contrario, estas chingaderas me permiten escuchar música y hablar con la gente que más quiero. Los teléfonos se volvieron algo ubicuo y esencial, y convertirlos en dispositivos tan amplios en funcionalidad terminó de descomponer a esta generación, y la anterior, y pasará lo mismo con la siguiente. Basta con salir a observar tu entorno: mira a todo el mundo navegando infinitamente en TikTok, hablando del último chisme de un artista, contestando mensajes o atendiendo llamadas mientras manejan.

Sueño con vivir sin mi teléfono, idealmente como uno fijo para seguir en contacto con mi familia y amigos. Me gustaría volver a tratar las redes sociales y la mensajería como lugares que puedo visitar para enterarme de lo nuevo y salir cuando ya esté al día. Es muy poco realista, pues por experiencia sé que al entrar a las redes sociales no se puede salir a menos que algo en el mundo real requiera de nuestra corta atención.

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Martín Aguilar

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Estudiante de Ingeniería en Sistemas Computacionales @ TSJ

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