Abres tus cinco pétalos al sol
y desde tu centro cubres de polvo a la ciudad.
Estás llena del ocre de una tarde cualquiera fuera del tiempo.
El polen entra en mi pecho como tu esencia en mis noches.
Ahora, de día, abres tus cinco pétalos al sol
y me muestras tus rincones marchitos, tus esquinas tostadas,
el fucsia exterior y manchado.
La dosis justa de realidad, y ahora, de día, no te cierras.
Mis pasos siguen el camino que se aleja de todo,
y yo, sin ellos, desciendo el espiral de tu centro.
Ahí escribes en las paredes acordes que nunca suenan.
Son un libro oculto en siglos de polvo.
«Quién eres tú, quién eres?
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.»
La misma flor que he visto siempre al comenzar el camino.
Las mismas letras en las mismas páginas, pero ahora hay respuestas.
Al fin entiendo la luz dorada del ocaso, al fin entiendo!
El mundo se pinta de ocre cuando se vuelve a casa.